martes, 31 de mayo de 2011

La adolescencia: Sugerencias para los padres

Partiendo de todo lo establecido en el artículo anterior, La adolescencia: Ni tan chicos, ni tan grandes,  ¿qué hacer cómo padres con hijos adolescentes?

Es necesario prepararse para dicha etapa, ya sea a través de lecturas o compartir con otras familias que hayan pasado por esta experiencia, dado que este período se convierte en un gran reto para todos los padres.

Como padres es importante que se permita el cuestionamiento de los hijos adolescentes, bajo normas del respeto y adecuada comunicación, pudiendo orientar que la verdad del adolescente no es absoluta, es también un punto de vista.

Compartan su propia adolescencia, muéstrenle a sus hijos que ustedes también pasaron por esta etapa y también tuvieron sentimientos inconstantes, enojo ante la autoridad, miedos y esperanzas. Consideren el comportamiento de su hijos en torno a esos recuerdos; ello les servirá para tratar de entender ese comportamiento de manera más adecuada.

Comente sobre los derechos y las responsabilidades. Responsabilicen a sus hijos por su propio bienestar y que puede aportar al de la familia. Denle así mismo oportunidad de ayudar en las labores del hogar y de participar en las conversaciones dirigidas a decidir cuestiones familiares.

Refieran el hecho de que todos pasan por situaciones adversas y que pueden dejarse afectar negativamente o convertirlas en una oportunidad para crecer y de aprender.

Durante esta etapa de la vida, más que recurrir a castigos y a premios, es mejor  hablar con sus hijos adolescentes de consecuencias positivas y negativas del actuar. Las cuales dependerán de la decisión elegida a determinada conducta.

Los adultos deben ser coherentes con la palabra dada: cumplir lo que se ofrece. Las normas respecto al adolescente como salidas, horarios, responsabilidades familiares e individuales, etcétera., se debe hacer de forma razonada, especialmente porque se está contribuyendo al afianzamiento de su personalidad adulta, dejando claro tanto lo que se espera del adolescente, como las consecuencias de incumplir lo establecido. Las normas se deben convertir en ocasiones de acuerdo y de criterios claros de acción, tanto para los padres como los hijos adolescentes.

Es importante mantener los canales de comunicación siempre abiertos, que ellos comprendan, que como padres, estarán allí para escucharlos y orientarlos, que tienen la oportunidad de confiar en los padres, sin juzgamientos.

A pesar de todos los cambios físicos y comportamentales, los adolescentes necesitan de la familia, así consideren que ya son grandes y el mundo les pertenece. Ellos deben saber y sentir que se les ama, a pesar de todas las adversidades y situaciones propias de su etapa. 

miércoles, 25 de mayo de 2011

La adolescencia: Ni tan chicos, ni tan grandes


La gran mayoría de padres y docentes identifican  los cambios típicos a nivel  fisiológico y físico en los adolescentes, tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, desconocen o sienten confusión en torno a la influencia de dichos cambios en el comportamiento de quienes atraviesan dicha etapa.

La adolescencia es el periodo en el que se deja atrás la infancia y se construye la identidad adulta. Es así como se afianza la construcción de su proyecto de vida. Esto se hace posible en la medida que los adolescentes, logren comprenderse, aceptarse y quererse a sí mismos, en aras de alcanzar su autonomía.

Esta etapa les genera temor, dado que no comprenden si están siendo niños o se deben comportar como adultos. Igual sucede con los padres, se presenta confusión y temor de no tener claridad en tratar a su hijo o hija como si fuera su pequeño niño o niña o como “grande”. En el caso de los adolescentes, esta situación se ve agudizada por la imagen que tengan de si mismos, dado que usualmente no se sienten a gusto con dicha nueva imagen, pues aparece el acné, el crecimiento de su cuerpo y de las partes del mismo, sus formas físicas  van cambiando, el vello surge en distintas partes de su ser, etc. Todo esto les hace tomarse un buen tiempo para aceptar y apropiarse de su sexualidad y de sus cambios físicos. Es así como muchos chicos pasan horas en el gimnasio y muchas chicas frente al espejo maquillándose, todo con el objeto de intentar sentirse bien, para que los vean bien quienes les rodea, en especial el grupo de pares, tanto del mismo sexo, como del opuesto.

En este mar de dudas, navega también la necesidad de afianzar su autonomía, es por esta razón que los adolescentes tienden a desafiar a sus figuras de autoridad, sean estos padres o profesores, dado que los adolescentes quieren tomar sus propias decisiones en medio de un idealismo acerca del entorno y del mundo que les rodea, cuestionando las actitudes, opiniones y valores de dichas figuras de autoridad. Este aspecto responde a la necesidad de tener límites claros, necesitan contar con la firmeza y comprensión de quienes los cuidan y orientan.

Es importante recordar que las normas son una construcción de cada familia y se interiorizan desde la infancia, así sean cuestionadas durante la adolescencia. No obstante, se hace necesario no solo establecer límites, sino escuchar a los adolescentes, respetarlos, confiar en ellos. En esta medida ellos aprenderán a creer en si mismos y en la capacidad de construir su propio proyecto de vida.




jueves, 28 de abril de 2011

El matrimonio: una decisión


Cuando se vive un proceso de noviazgo atravesado por el enamoramiento, la atracción mutua, el querer compartirlo todo con ese ser a quien se ama, muchos consideran que, como en los cuentos de hadas, el fin es llegar al matrimonio y perse, ser felices por siempre…

Si bien es cierto que la relación matrimonial vive distintas etapas, cada una con sus propias características y retos por resolver, la inquietud tanto de hombres como de mujeres, especialmente cuando lo comparan con el tipo de relación que se llevaba durante el período del noviazgo y las distintas expectativas al llegar dicha unión, es ¿cómo mantener el matrimonio?

En primera instancia es necesario clarificar que el matrimonio no es la prolongación del noviazgo. El matrimonio es un vínculo horizontal, es un acto de constancia, de elección diaria, es una opción de vida, una decisión dentro del proyecto de vida de las personas que optan por unirse, ya sea a través de rito religioso o por unión libre.

El matrimonio es mucho más que el ritual de unión entre dos personas que se aman. Es el inicio de un nuevo camino, es una nueva etapa en la vida de ambos en pareja, basado en un sentimiento mutuo, el amor.

Siendo una elección y opción de vida, se considera que para que funcione y se mantenga es necesario conservar en la memoria ese momento mágico en que se aceptaron en unión eterna, cuando, románticamente hablando, dos corazones se convirtieron en uno.  Es crearlo, decidir elegir a la pareja diariamente, es importante alimentarlo, abonarlo, ambos deben aportar lo mejor de cada uno para lograr los objetivos mutuos. Se debe querer para el otro lo que se desea para sí mismo, se debe estar dispuesto a dar y a recibir las distintas muestras de amor. Vivir la exclusividad de pareja, el respeto, el interés por el otro, la empatía, el afianzamiento de la comunicación. Esta última se convierte en base primordial entre los cónyuges, en la medida que se fortalezca la comunicación se consolida la relación matrimonial.

El amor genuino dentro del matrimonio es más que sentir, es practicarlo como el deporte. Es ensayarlo como un instrumento musical, es mantenerlo como el estado físico, se cultiva como un jardín.

Es importante tener claro que la responsabilidad de que el matrimonio funcione es exclusivamente de la pareja. Es una decisión de ambos el aportar para que su proyecto de vida como pareja siga adelante. Entre los dos se debe mantener viva y potente la llama del amor, de forma que cada acto de amor, cada recuerdo, se convierta en un trozo del carbón que la mantiene viva.

lunes, 14 de febrero de 2011

Ruptura conyugal, ¿ruptura parental?

La familia como sistema abierto establece distintos intercambios con su entorno externo e interno, más allá de las individualidades de sus miembros. Es así que  dentro del grupo familiar se pueden apreciar pequeños subconjuntos formados por elementos del mismo sistema que se relacionan entre sí, en torno a una misma función o cualidad; es lo que se conoce como subsistema. Al interior de la familia se distinguen: subsistema conyugal, parental y fraterno.

Subsistema conyugal está compuesto por la pareja de esposos, siendo el eje en torno al cual se forman todas las relaciones y lleva implícitas tareas de complementariedad y de acomodación mutua, en las que cada miembro debe adaptarse para formar una identidad en pareja, un "nosotros" que va más allá del "tú" y "yo". Posee funciones específicas, vitales para el funcionamiento de la familia, como son el brindarse apoyo y seguridad, mostrarse afecto y tener relaciones sexuales.

Subsistema parental que lo integran los progenitores, sean estos padres biológicos o culturales representando el poder ejecutivo y ejerciendo las funciones organizativas básicas. En este subsistema son básicos los principios de autoridad, jerarquía y diferenciación de sus miembros. Los padres deberán valorar a cada hijo como los seres únicos e irremplazables que son, evitando compararlos entre sí, a la vez que les ofrecen igualdad de alternativas y de oportunidades sin ningún tipo de discriminación.

Por último, Subsistema fraterno, que hace referencia a la relación entre los hijos, provee el primer laboratorio social en el que los niños aprenden a relacionarse con iguales, aprendiendo experiencias como el compartir, negociar,  y rechazar, entre otras. Las relaciones entre hermanos son muy significativas y constituyen un auténtico campo de aprendizaje donde se ensayan la competición, pero también la cooperación y la negociación. La competición entre hermanos es una fuente potencial de conflictos, pero también de rivalidad constructiva, ya que los hermanos evolucionan gracias a la relación que hay entre ellos y al afán por diferenciar su propia identidad dentro del sistema familiar. En el caso de los hijos únicos, las experiencias anteriores dependen en gran medida de sus padres, quienes facilitan estos aprendizajes a través del círculo educativo o social, ya sea con familiares o amigos en lo posible de la misma edad.

Como cada subsistema lo componen seres humanos, hace que sean complejas las relaciones entre si, llegando a confundirse sus funciones, roles y jerarquía dentro de la estructura familiar, principalmente en los subsistemas conyugal y parental, especialmente cuando surge la ruptura del primero de ellos, dado que se tiende a hacer ruptura simultánea del subsistema parental, afectando la estabilidad u orientación en los hijos e incluso ubicándolos en medio de una lucha de poder entre los padres.

Al desaparecer el subsistema conyugal, termina la relación de pareja, pero continúa la relación del subsistema parental hacia el fraterno. He ahí la necesidad de asumir la función y objetivo de estos subsistemas, pues continúan los hijos siendo hijos y los progenitores siendo padres, así ya no sean pareja. En la medida que se tenga claridad en este concepto la antigua pareja tendrá elementos más claros para establecer una adecuada relación como padres, lo cual se verá reflejada en los hijos.

Al tomar la decisión de romper como pareja, es importante tener en cuenta a los hijos explicándoles que ya no serán esposos o cónyuges, pero serán siempre padres y ese tipo de amor no debe verse afectado, así como tampoco los acuerdos en la formación y orientación del subsistema fraterno.

Para los hijos será un proceso de ajuste y adaptación la nueva estructura y tipo de familia que tendrán, pero se les facilitará en la medida que los padres adelanten este acompañamiento y aprendan a diferenciar la relación de pareja de la relación como padres, dado que los hijos necesitan tener acceso a ambas figuras parentales encontrando normas, limites, comunicación y demás acordadas y establecidas por ambos padres siendo consecuentes en ambos hogares, independientemente de que hayan establecido nuevas relaciones de pareja. Esta es una base primordial para continuar con la socialización y formación de los hijos independientemente de la ruptura conyugal.