Cuando se
escucha la palabra inteligencia suele interpretarse como característica propia
de una persona versada o preparada intelectualmente y cuando se escucha la
palabra emoción, se hace referencia a los sentimientos, los cuales se supone
deben ser objetivados al momento de tomar decisiones.
Pues bien, hemos
escuchado hablar de una conjunción la cual se ha tornado mucho más valiosa y es
la inteligencia emocional, la cual hace alusión al conocimiento de las
emociones y la capacidad de comprender las propias y las ajenas.
Cada uno de
nosotros se convierte en un líder en los diferentes espacios donde nos desarrollamos:
la familia, los círculos sociales, el trabajo, de tal manera que se hace
necesario adentrarnos a ese mágico mundo de las emociones y de la necesidad de
poder identificar las nuestras y las de quienes nos rodean, dado que la paleta
de emociones nos acompañan en nuestra cotidianidad y en la medida que
aprendamos la habilidad de controlarlas
y usarlas, hará que seamos más eficientes.
Para lograr
desarrollar la habilidad planteada es necesario tener en cuenta que hay tres
aspectos que orientan nuestro ser y nuestras relaciones con los demás: El
sentir, el pensar y la acción. De tal manera que al tener un sentimiento se
traduce en un pensamiento, este en una palabra y con todo el poder que ella
encierra se convierte en acción.
La tarea
desde nuestra postura como padres es orientar a nuestros hijos en el
conocimiento, control y manejo de las emociones, para hacer de ellos unos seres
con la habilidad de comprenderse a sí mismo y al otro. En esta medida tendrán
relaciones sociales más eficientes y fluidas.
No obstante,
no podemos dar de lo que no tenemos, así que se hace necesario revisar nuestra
inteligencia emocional y empezar a ejercitarnos en ella, tanto como hacen los
deportistas de alto rendimiento, entrenan para lograr la meta, así mismo
debemos entrenar en el día a día la habilidad de conocer y controlar nuestras
emociones para poder comprender las de quienes se relacionan con nosotros.
Saber aplicar
adecuadamente la inteligencia emocional contribuye a mejorar las relaciones con
la pareja, la familia, los amigos, compañeros, equipo de trabajo; impulsa la
aptitud de credibilidad y liderazgo; favorece la resolución de conflictos de
forma armónica y satisfactoria; y facilita el desempeño individual de la actividad
profesional reduciendo estrés en casa y en el trabajo.
La
inteligencia emocional aplicada a los distintos espacios donde nos
desenvolvemos nos permite mejorar en torno al liderazgo y toma de decisiones,
entre otros tópicos, requiriendo el desarrollo de habilidades como empatía, la
resolución de conflictos, adaptabilidad, simpatía, entre otros.
En algún momento
de nuestras vidas tendremos la oportunidad de ejercer como padres, jefes, compañeros,
orientadores, docentes, etc., he ahí la importancia de potenciar la capacidad
de ser líderes, siendo necesario que tengamos en cuenta el valor que la
inteligencia emocional tiene para desempeñar este rol y desarrollar las capacidades necesarias.
Debemos
recordar que para ser eficientes como líderes, debemos tener un conocimiento
claro de nuestras emociones y saber que cada una de nuestras acciones genera
alguna reacción en las personas de nuestro entorno. Es así como debemos
relacionarnos y trabajar en conjunto con los demás.
Finalmente,
la tarea con nosotros mismos es tomarnos tiempo para identificar nuestras
emociones, aprender a regularlas, desarrollar la habilidad de comprender las
emociones de los demás y fortalecer las habilidades sociales. Depende de cómo
nos sentimos, así mismo pensamos y actuamos. Recordemos y concienticémonos que
no todos sentimos ni pensamos igual.