miércoles, 25 de mayo de 2011

La adolescencia: Ni tan chicos, ni tan grandes


La gran mayoría de padres y docentes identifican  los cambios típicos a nivel  fisiológico y físico en los adolescentes, tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, desconocen o sienten confusión en torno a la influencia de dichos cambios en el comportamiento de quienes atraviesan dicha etapa.

La adolescencia es el periodo en el que se deja atrás la infancia y se construye la identidad adulta. Es así como se afianza la construcción de su proyecto de vida. Esto se hace posible en la medida que los adolescentes, logren comprenderse, aceptarse y quererse a sí mismos, en aras de alcanzar su autonomía.

Esta etapa les genera temor, dado que no comprenden si están siendo niños o se deben comportar como adultos. Igual sucede con los padres, se presenta confusión y temor de no tener claridad en tratar a su hijo o hija como si fuera su pequeño niño o niña o como “grande”. En el caso de los adolescentes, esta situación se ve agudizada por la imagen que tengan de si mismos, dado que usualmente no se sienten a gusto con dicha nueva imagen, pues aparece el acné, el crecimiento de su cuerpo y de las partes del mismo, sus formas físicas  van cambiando, el vello surge en distintas partes de su ser, etc. Todo esto les hace tomarse un buen tiempo para aceptar y apropiarse de su sexualidad y de sus cambios físicos. Es así como muchos chicos pasan horas en el gimnasio y muchas chicas frente al espejo maquillándose, todo con el objeto de intentar sentirse bien, para que los vean bien quienes les rodea, en especial el grupo de pares, tanto del mismo sexo, como del opuesto.

En este mar de dudas, navega también la necesidad de afianzar su autonomía, es por esta razón que los adolescentes tienden a desafiar a sus figuras de autoridad, sean estos padres o profesores, dado que los adolescentes quieren tomar sus propias decisiones en medio de un idealismo acerca del entorno y del mundo que les rodea, cuestionando las actitudes, opiniones y valores de dichas figuras de autoridad. Este aspecto responde a la necesidad de tener límites claros, necesitan contar con la firmeza y comprensión de quienes los cuidan y orientan.

Es importante recordar que las normas son una construcción de cada familia y se interiorizan desde la infancia, así sean cuestionadas durante la adolescencia. No obstante, se hace necesario no solo establecer límites, sino escuchar a los adolescentes, respetarlos, confiar en ellos. En esta medida ellos aprenderán a creer en si mismos y en la capacidad de construir su propio proyecto de vida.




jueves, 28 de abril de 2011

El matrimonio: una decisión


Cuando se vive un proceso de noviazgo atravesado por el enamoramiento, la atracción mutua, el querer compartirlo todo con ese ser a quien se ama, muchos consideran que, como en los cuentos de hadas, el fin es llegar al matrimonio y perse, ser felices por siempre…

Si bien es cierto que la relación matrimonial vive distintas etapas, cada una con sus propias características y retos por resolver, la inquietud tanto de hombres como de mujeres, especialmente cuando lo comparan con el tipo de relación que se llevaba durante el período del noviazgo y las distintas expectativas al llegar dicha unión, es ¿cómo mantener el matrimonio?

En primera instancia es necesario clarificar que el matrimonio no es la prolongación del noviazgo. El matrimonio es un vínculo horizontal, es un acto de constancia, de elección diaria, es una opción de vida, una decisión dentro del proyecto de vida de las personas que optan por unirse, ya sea a través de rito religioso o por unión libre.

El matrimonio es mucho más que el ritual de unión entre dos personas que se aman. Es el inicio de un nuevo camino, es una nueva etapa en la vida de ambos en pareja, basado en un sentimiento mutuo, el amor.

Siendo una elección y opción de vida, se considera que para que funcione y se mantenga es necesario conservar en la memoria ese momento mágico en que se aceptaron en unión eterna, cuando, románticamente hablando, dos corazones se convirtieron en uno.  Es crearlo, decidir elegir a la pareja diariamente, es importante alimentarlo, abonarlo, ambos deben aportar lo mejor de cada uno para lograr los objetivos mutuos. Se debe querer para el otro lo que se desea para sí mismo, se debe estar dispuesto a dar y a recibir las distintas muestras de amor. Vivir la exclusividad de pareja, el respeto, el interés por el otro, la empatía, el afianzamiento de la comunicación. Esta última se convierte en base primordial entre los cónyuges, en la medida que se fortalezca la comunicación se consolida la relación matrimonial.

El amor genuino dentro del matrimonio es más que sentir, es practicarlo como el deporte. Es ensayarlo como un instrumento musical, es mantenerlo como el estado físico, se cultiva como un jardín.

Es importante tener claro que la responsabilidad de que el matrimonio funcione es exclusivamente de la pareja. Es una decisión de ambos el aportar para que su proyecto de vida como pareja siga adelante. Entre los dos se debe mantener viva y potente la llama del amor, de forma que cada acto de amor, cada recuerdo, se convierta en un trozo del carbón que la mantiene viva.

lunes, 14 de febrero de 2011

Ruptura conyugal, ¿ruptura parental?

La familia como sistema abierto establece distintos intercambios con su entorno externo e interno, más allá de las individualidades de sus miembros. Es así que  dentro del grupo familiar se pueden apreciar pequeños subconjuntos formados por elementos del mismo sistema que se relacionan entre sí, en torno a una misma función o cualidad; es lo que se conoce como subsistema. Al interior de la familia se distinguen: subsistema conyugal, parental y fraterno.

Subsistema conyugal está compuesto por la pareja de esposos, siendo el eje en torno al cual se forman todas las relaciones y lleva implícitas tareas de complementariedad y de acomodación mutua, en las que cada miembro debe adaptarse para formar una identidad en pareja, un "nosotros" que va más allá del "tú" y "yo". Posee funciones específicas, vitales para el funcionamiento de la familia, como son el brindarse apoyo y seguridad, mostrarse afecto y tener relaciones sexuales.

Subsistema parental que lo integran los progenitores, sean estos padres biológicos o culturales representando el poder ejecutivo y ejerciendo las funciones organizativas básicas. En este subsistema son básicos los principios de autoridad, jerarquía y diferenciación de sus miembros. Los padres deberán valorar a cada hijo como los seres únicos e irremplazables que son, evitando compararlos entre sí, a la vez que les ofrecen igualdad de alternativas y de oportunidades sin ningún tipo de discriminación.

Por último, Subsistema fraterno, que hace referencia a la relación entre los hijos, provee el primer laboratorio social en el que los niños aprenden a relacionarse con iguales, aprendiendo experiencias como el compartir, negociar,  y rechazar, entre otras. Las relaciones entre hermanos son muy significativas y constituyen un auténtico campo de aprendizaje donde se ensayan la competición, pero también la cooperación y la negociación. La competición entre hermanos es una fuente potencial de conflictos, pero también de rivalidad constructiva, ya que los hermanos evolucionan gracias a la relación que hay entre ellos y al afán por diferenciar su propia identidad dentro del sistema familiar. En el caso de los hijos únicos, las experiencias anteriores dependen en gran medida de sus padres, quienes facilitan estos aprendizajes a través del círculo educativo o social, ya sea con familiares o amigos en lo posible de la misma edad.

Como cada subsistema lo componen seres humanos, hace que sean complejas las relaciones entre si, llegando a confundirse sus funciones, roles y jerarquía dentro de la estructura familiar, principalmente en los subsistemas conyugal y parental, especialmente cuando surge la ruptura del primero de ellos, dado que se tiende a hacer ruptura simultánea del subsistema parental, afectando la estabilidad u orientación en los hijos e incluso ubicándolos en medio de una lucha de poder entre los padres.

Al desaparecer el subsistema conyugal, termina la relación de pareja, pero continúa la relación del subsistema parental hacia el fraterno. He ahí la necesidad de asumir la función y objetivo de estos subsistemas, pues continúan los hijos siendo hijos y los progenitores siendo padres, así ya no sean pareja. En la medida que se tenga claridad en este concepto la antigua pareja tendrá elementos más claros para establecer una adecuada relación como padres, lo cual se verá reflejada en los hijos.

Al tomar la decisión de romper como pareja, es importante tener en cuenta a los hijos explicándoles que ya no serán esposos o cónyuges, pero serán siempre padres y ese tipo de amor no debe verse afectado, así como tampoco los acuerdos en la formación y orientación del subsistema fraterno.

Para los hijos será un proceso de ajuste y adaptación la nueva estructura y tipo de familia que tendrán, pero se les facilitará en la medida que los padres adelanten este acompañamiento y aprendan a diferenciar la relación de pareja de la relación como padres, dado que los hijos necesitan tener acceso a ambas figuras parentales encontrando normas, limites, comunicación y demás acordadas y establecidas por ambos padres siendo consecuentes en ambos hogares, independientemente de que hayan establecido nuevas relaciones de pareja. Esta es una base primordial para continuar con la socialización y formación de los hijos independientemente de la ruptura conyugal.

martes, 4 de mayo de 2010

El deporte, ¿elección nuestra o de nuestros hijos?

¿Qué puede aprender un niño a quien obligan a empezar un deporte, un niño que suplica no entrar en la piscina, por ejemplo? Tal vez es  un niño con temor, quien espera ser escuchado por sus padres, principales protectores.

¿A cuántos niños hemos visto en una escena similar?

Podríamos ser más pacientes y respetuosos con los momentos y las motivaciones de nuestros chicos. Muy seguramente aprenderán más y mejor, con mayor motivación y entusiasmo, aquellos niños a quienes les gusta un deporte, entonces, qué mejor que indagarles cuáles son sus preferencias y así  apoyarlos en sus gustos, evitando en cambio, obligarlos a practicar uno de nuestra predilección sin tenerlos en cuenta a ellos.

Este es el principio.

La segunda parte de esta elección es el proceso. Usualmente elegimos escuelas o clubes encargados de enseñar un deporte en particular, en la gran mayoría, los profesores y/o formadores deportivos planean sus clases con objetivos puntuales y dentro de ellos, los primeros son precisamente la formación como personas, antes que la competencia como tal, incentivan el placer por el juego, por el deporte antes que por el premio.

Los niños que inician la práctica de un deporte, lo hacen no solo para aprender, sino para disfrutar. Practicando van aprendiendo y no solo la técnica del deporte elegido, sino el compartir,  perder, empatar, ganar. No obstante, este último no es el objetivo por lo menos dentro del deber ser, al introducirse en el mágico mundo del aprendizaje deportivo.

Es triste observar padres y madres exigiendo demasiado a sus hijos en el rendimiento deportivo, especialmente en las primeras etapas deportivas, tal vez proyectándose a sí mismos, atropellando el proceso de formación de sus hijos. En aras de querer contribuir en el aprendizaje y técnica, lo que generan son sentimientos de culpa al niño, hiriendo su autoestima. En ocasiones, poco reconocen el esfuerzo y el significado que para su hijo tiene el ir creciendo como deportistas.

Es innegable que todos deseamos ser los mejores y por supuesto que nuestros hijos lo sean, sin embargo, es necesario recordar que damos nuestro mejor rendimiento cuando disfrutamos lo que hacemos, cuando nos preparamos y aprendemos lo que nos interesa, el desempeño es el resultado de dicho aprendizaje, del proceso en sí.

Los niños orientados por sus padres eligen un deporte y es muy común cambiar de elección, de manera que al principio es primordial y necesario permitirles conocer las distintas opciones, lo importante es la motivación y el incentivar el gusto por el deporte espontáneamente. Ya llegará el momento que se si es parte de su proyecto de vida o de su iniciativa individual, de acuerdo a sus habilidades y destrezas, elegirá el que más le interese y disfrutará practicarlo, llegando tal vez a un nivel competitivo.

Entonces, como padres tengamos paciencia, respetemos la individualidad de cada uno de nuestros hijos, apoyémoslos en la elección y práctica deportiva, teniendo en cuenta su evolución y desarrollo individual, los planes del club o escuela elegidos. De lo contrario el aprendizaje deportivo se tornará estresante, aburrido, generando apatía, frustración  y abandono de la actividad física.

Recordemos que son niños y niñas en proceso de aprendizaje, son personitas independientes de nosotros, ellos no son nuestra prolongación de nuestra existencia, son seres autónomos, distintos. Ellos son ellos, nosotros somos sus padres, orientadores, guías, apoyo, ejemplo.  De manera que es mejor no pasar inadvertido el tema de la elección deportiva, pues aunque no parezca, tiene mucha más incidencia de la que imaginamos.

viernes, 16 de abril de 2010

La mañana: ¡un hermoso despertar!

Todos deseamos tener un día maravilloso, en el que todo nos salga bien de acuerdo a nuestro plan mental diario. Queremos que independientemente del clima, del agite de la ciudad, de la programación laboral o académica, sea un día agradable.

Pues bien, esto depende de nuestra actitud hacia la vida,  al día a día, al entorno, hacia los demás. He ahí la importancia de un buen despertar. De ese primer momento de la mañana depende en gran medida el trascurrir del día. Ese instante al empezar la mañana afecta nuestros sentidos, nuestra visión del  mundo, nuestra actitud.

Los niños y niñas, no son ajenos a este sentimiento ni a esta programación. Así que nosotros los adultos, como padres podemos contribuir enormemente a que el día de nuestros hijos sea agradable y este objetivo empieza justo en el momento de despertar.

Cada familia es diferente y tiene costumbres propias, no obstante, vale la pena preguntarnos: ¿Cómo despertamos a nuestros hijos?, ¿Cómo contribuimos a que su día sea más agradable?, ¿Cómo es nuestro despertar?

Es así como vale la pena mantener la mente bien abierta y establecer una agradable, positiva y optimista rutina al levantar a nuestros hijos. Quizás surjan muchas sugerencias y está bien tenerlas en cuenta, por ahora ¿qué tal si nos atrevemos a levantarnos antes que los chicos, organizar nuestras cosas, nuestra presentación personal, estar listos y dedicarles sin afanes entre 7 y 10 minutos para su lindo despertar?

Como propuesta podríamos empezar por dejar lo que necesitamos listo desde la noche anterior, así en la mañana podremos contar con un tanto más de tiempo, pudiendo empezar hablándoles de manera dulce, tranquila, amorosa y con un tono que le vaya despertando,  mientras damos unas caricias por su espalda, cabeza, cabellos, un cosquilleo suave pero no arrullador. Hablando siempre, deseándoles los buenos días, recordándoles cuanto les amamos y que ya es hora de empezar un hermoso día. Hay que animarlos con cierta firmeza para tomar el baño mañanero y todo lo que representa la rutina de la mañana antes de ir al colegio y nosotros al trabajo.

Muy seguramente se despertará alegre, entusiasmado, amado y con una buena disposición para recibir este nuevo día. Se convertirá en un lindo recuerdo más de su infancia y aprenderá un buen hábito también.Esta forma de despertar se verá reflejada en su comportamiento en casa, en el colegio, con sus amigos, consigo mismo. Tendremos todos un mejor día, cada día.

Solo resta recordar que para lograr nuestros distintos objetivos se requiere de perseverancia, constancia, paciencia y mucho entusiasmo.

¡Vamos todos a intentarlo!

miércoles, 24 de marzo de 2010

¿Cual es el concepto que tenemos sobre el niño o la niña?

Desde nuestra infancia hemos escuchado toda clase de comentarios en torno a esos seres maravillosos que hacen parte del prometedor futuro: Los niños y las niñas.

Hay quienes dicen que los niños y niñas “son inquietos por naturaleza”, otros dicen que “mantienen midiendo el aceite”, otros comentan que “no entienden nada” y hay otros que dicen que “saben más que uno”, haciendo referencia a los adultos.

Los anteriores comentarios son ejemplos que dan cuenta del concepto que muchos adultos tenemos sobre lo que es un niño o una niña. De acuerdo a dicha significación, así mismo nos programamos mentalmente para interactuar con ellos, sean nuestros hijos, sobrinos, ahijados, amigos o vecinos.

De ahí la importancia de revisar esa imagen mental que tenemos de los niños y las niñas, así seremos más conscientes de la forma como nos relacionamos con ellos, sabremos lo que ellos necesitan para crecer, aprender, socializar. Igualmente, comprenderemos qué darles para su educación y cómo hacerlo. Es necesario tener presente que cuanto más amplio sea el conocimiento sobre la naturaleza de los niños y las niñas y sus diversas particularidades, mejor será el acercamiento y socialización que puedan recibir de nosotros en casa.

Recordemos que lo ideal es tener claridad en lo que queremos aportarles a su proyecto de vida, al proceso de este a lo largo de su infancia y los siguientes ciclos vitales individuales.

En esta ocasión, la invitación es a pensar en los niños y niñas, como aquellos seres sociales, inteligentes, dotados de grandes capacidades, únicos e irrepetibles, con una identidad propia como parte de su historia personal, que dependen de nosotros para conocer nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestras creencias y que su relación consigo mismo, con los demás y con el mundo que les rodea, depende en gran medida de lo que nosotros les aportamos en lo cotidiano, con nuestro ejemplo, orientación, con la forma como establecemos su socialización.

Es así que nuestros hijos son capaces de interactuar con otros proporcionando su originalidad, haciéndolos diferentes de los demás, pero con capacidad de convivencia. Los niños y las niñas son el reflejo de nosotros mismos, de la familia a la cual pertenecen.

viernes, 26 de febrero de 2010

El juego: Vinculante y constructivo

Al recordar nuestra infancia, encontramos múltiples historias de juego. Parece que nuestra niñez se centraba solo en jugar. Surgía la creatividad al inventar un juego, la recursividad al utilizar objetos para nuestra diversión, hacíamos equipos y por supuesto jugábamos en solitario también. Así que el juego ocupó gran parte de nuestra historia infantil.

Los niños y niñas de la generación actual, no son tan diferentes, pues todos coincidimos en lo mismo: JUGAR!

Sin embargo, cuando somos adultos ¿qué pasa con ese importante verbo? ¿Cuánto jugamos con nuestros chicos? ¿A qué jugamos con ellos? ¿Cuál es el lugar que ocupa el juego en nuestros hogares? ¿Qué tanto nos interesamos en los juegos de nuestros hijos? Recordamos ¿qué hacíamos con nuestros padres? ¿Qué era lo que más nos gustaba compartir con ellos?

Es importante reflexionar sobre el concepto de juego que nosotros los adultos manejamos, ya que depende mucho de esa idea que tenemos, para darle el lugar que le corresponde.

Entonces, ¿qué es juego?

El juego es la forma más eficaz de incorporar a nuestros chicos en el medio que les rodea, de relacionarse con los demás. Es toda una oportunidad para compartir con ellos, aprovechar y reforzar aspectos tan importantes como las normas de la sociedad a la cual pertenecemos, cimentar conceptos como el trabajo en equipo, el respeto por el otro; aprender a dar y a recibir; a ganar, a empatar y a perder. Es la posibilidad de fortalecer valores, incentivar la creatividad, la imaginación, la recursividad, la motricidad fina y la gruesa… en fin! Hay tanto dentro de un juego y qué mejor que acercarse a ellos, darles nuestro conocimiento, escuchar el de ellos, incluso cuando se tratan de videojuegos y por supuesto aprender de esa capacidad de disfrutar y admirarse con las cosas simples.

Es necesario comprender que aunque los niños no juegan para aprender, aprenden jugando y que durante el juego, los niños y las niñas desarrollan nuevas habilidades y prueban diferentes papeles. Es así como el juego se encuentra significativamente relacionado con la resolución creativa de problemas, el comportamiento social, el pensamiento lógico, los coeficientes de inteligencia, la capacidad de integración, liderazgo entre otros.

Los niños y las niñas que no juegan, o que no juegan tanto como otros niños y niñas, tienen un mayor riesgo de dificultades emocionales, afectivas, intelectuales y sociales. Para aprovechar plenamente los beneficios de jugar, los niños necesitan adultos que les apoyen, que reconozcan el valor del juego y que los estimulen ofreciéndoles un ambiente seguro para jugar.

Todos sabemos que los niños y niñas no juegan a lo largo de la vida de la misma manera. A pesar de que el juego evoluciona de acuerdo con la edad, no desaparece la forma de juego interior, sino que se transforma y se hace más compleja, de allí que muchos adultos aún mantenemos vivo ese espíritu del juego.

Entonces, como la clave del desarrollo está en el juego, la invitación es a vivirlo y pensarlo como un proceso vinculante y constructivo.